domingo, 8 de mayo de 2011

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Si algo tiene M es que le gusta amar tanto como que la amen. Pero el día en que nota que ya no la abrazan de la misma manera, corta los hilos invisibles de un tijeretazo y vuelve a ponerse sus botas de andar en busca de otro amor. No es que nunca sienta nada, y más de una vez se ha roto el corazón, y más de una vez ha roto corazones, pero, ¿para qué mantener algo esperando que vuelva a estrujarte? Si desaparece por una milésima de segundo, M tiene claro que ya nada volverá a ser igual. Y a M no le gusta ni esperar ni que la esperen.

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Me había olvidado de que ella siempre tiene el último movimiento. De que siempre da la última pincelada a tus cuadros, y es la que acaba de reencuadrar tus fotografías. La que te coloca bien el flequillo, la que te pone bien el cuello de la camisa, la que te da un beso y seguidamente te quita el pintalabios tan suavemente que ni lo notas. La última en sonreírte, en guiñarte un ojo, la última en dormirse.