Me había olvidado de que ella siempre tiene el último movimiento. De que siempre da la última pincelada a tus cuadros, y es la que acaba de reencuadrar tus fotografías. La que te coloca bien el flequillo, la que te pone bien el cuello de la camisa, la que te da un beso y seguidamente te quita el pintalabios tan suavemente que ni lo notas. La última en sonreírte, en guiñarte un ojo, la última en dormirse.
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